Jugar en el Real Madrid, por más paquete que seas y no merezcas ni abrir la puerta del autobús, tiene estas cosas. La mano del 4º galáctico fichado por el Real Madrid, Mejía Dávila, ya empieza a notarse cada domingo, y lunes, y martes, mientras al Barcelona no le pitan un solo penalti y algunos publican que el equipo blaugrana debería tener dos puntos menos. ¡De risa!
Esta vez le tocó al Tenerife y no fue un penalti -aunque habría que ver alguna jugada- el favor de turno y pleitesía para los merengues y ese palco tan liberal -que da alergia- y democrático con la presencia de Julio César Cayo Florentino y su ladero recién salido de misa, cruz y martillo, el Centurión Josemari Aznar.
No, esta vez fue la entrada alevosa de un jugador penoso y con marcada inconciencia para golpear y lesionar a un contrario/colega que estará no menos de cuatro meses fuera de los terrenos de juego. La lesión, fractura en la tibia, fue penada con una mísera tarjeta amarilla -si lo ves por qué no expulsas- por el no menos impresentable y engominado Muñíz Fernández, tan presto él a decidir siempre a favor de los blancos.
Drenthe lesionó de gravedad a Bertrán.
Más allá de la recurrente y asquerosa -porque, repito, ver la falta y NO expulsar es asqueroso- costumbre arbitral pro-merengue, lo justo y lo necesario para que tipos como el holandés se queden en su casa, es que lo suspendan exactamente, la misma cantidad de tiempo que la lesión ocasionada tenga fuera de los campos de juego a Marc Bertrán.
Y de paso, siendo una lesión causada con premeditación y alevosía, que Drenthe pague el sueldo del jugador al club isleño.
¿No quieren los clubes que las selecciones paguen por aumentar el precio de mercado de sus jugadores? Pues que pague -por lo contrario- el holandés también y que, de paso, se quede en su casa un tiempo, para que haya justicia y no resulten tan odiosos los favores al Madrid.